viernes, 22 de agosto de 2008

LA MULA DEL PORTAL:

Carmely Rodríguez
coleccion: la granja
El zoologico de Dios


Queridos amigos, de este lugar os voy a relatar una historia, que no es cuento en realidad, pues en muchos portalicos habréis visto, lo que os paso a relatar: Y es que en Belén nació un niño, y no es cuento, eso es verdad.

Dicen que no hubo otro sitio donde pudiera nacer, yo pienso que haberlo había, pero puestos a escoger, este Niño nació pobre, porque así tenía que ser.

Solitos en un portal y por cunita un pesebre, un buey que le calentaba, María y S. José; y una torpe y vieja mula que no se atrevía a mirar al Niño Dios que a este mundo acababa de llegar.

La historia que os cuento, yo sé, que es verdad, conocí a la mula, que había en el portal. No es cuento de niños, la oí de Verdad, callad y escuchadla, y después juzgad.

- "Madre mía, Purísima, S. José y Tu , mi Niño Jesús, Pongo vuestros méritos ante mi Padre Dios, pues soy la menos virtuosa, entre sus criaturas..."

Repetía la mula, mientras miraba hacia un lugar lejano, por la rendija del portalón de aquel
humilde pesebre, sin atreverse a mirar por discreción y respeto a la hermosa Virgen, que sin
dejar de serlo, daba a luz al Sol de los Soles.

- "Todos los pastores te trajeron cosas y yo también quisiera ofrecerte algo bueno, más no hallo nada en mi que pudiera agradarte. Yo solo soy una criatura ingrata, soy torpe, lenta, distraída, arisca y esto será la razón de que todas las generaciones me recuerden".

Y cierto fue, todavía hoy se dice entre los hombres: "eres más terco que una mula".

- "mi Niño Dios naciendo y yo mirando hacia otro lado....."

Distraída y soñolienta, la mula, sabe que ese Niño es la criatura que justifica la creación. Es el Hijo amado de Su Creador, y de la Dama Purísima, llena de todas las Gracias, por su Esposo El Espíritu Santo. Reina y Señora de todo lo creado, y Madre de los Hombres de todos los tiempos. ¡Que animal tan torpe!, según envejece, se hace más difícil manejarla. En su juventud, todo el tiempo tuvo al amo corriendo tras de ella; por más corta que la ataba, ella se amañaba para escurrir el nudo. Su amo llego a ofrecerle buenos pastos, pero ella, retozona y vanidosa, creyendo que era una hermosa yegua, pacía por donde se le antojaba: a veces, cerca del pantano, y otras en las arenas movedizas.

Su buen amo, siempre vigilando.... Siempre esperando. Había puesto tanto amor en ella, que no
podía sino desear que llegara a ser una mula madura para el trabajo, un animal sereno, sobre el
que montar a sus almitas cansadas, para traerlas de vuelta a casa.

Su apariencia era desgarbada, más burra que yegua, y de un color cenizo, indescriptible; el pelo,
áspero, con muchos remolinos; sus plantas, pasicortas; los ojos chiquitos y legañosos, no tenía la
mula, por donde favorecerla con algún elogio. El único que era acertado, es que era criatura de Dios; eso, ciertamente le abría muchas verjas.

La pobre mula, por distraída, se perdía durante días, en su establo y no salía ni a retozar, ni a ver
el Sol; cansada, como si sus pocos años, fueran bloques, la mula, se apesadumbraba, y parecía
envejecer; De vez en cuando, un pajarillo cantor, que le vigilaba desde el cielo, cuando tardaba en salir, bajaba a sus recuerdos de mula y le susurraba canciones antiguas, para animarla.
Pero a veces el cansancio era tan pesado, que el único sueño que quería alcanzar o hacer realidad
era una cama de heno.... Tan cansada estaba, la pobre mula. Que apoyaba la cabeza en el alféizar de la ventana del establo y miraba fijamente hacia un punto lejano, una cajita de hierro pintada de negro, sobre la que alguien escribió en letras rojas una frase, con la que no estaba de acuerdo.

Cerca también había una lamparilla roja, que siempre que estaba su dueño en la finca
permanecía encendida, para que todos los trabajadores supieran de su presencia; De allí, su
amito, sacaba las zanahorias, y el agua fresca.

¡Pobre mula!, se decía de sí misma no vales más que para cargar fardos...
Y así era verdaderamente, solo eso parecía hacer bien, aunque la dejaba extenuada.
Soñaba con cargar sobre sus lomos las almitas extraviadas de su Señor, pero estas nunca
llegaban, y las tres que llegaron las perdió en el camino, quizás porque se olvido de que las
llevaba encima. Le daba mucha pena ser tan despistada.

En la finca, la mula había quedado para burra de carga y trabajos del campo.
A veces, pensaba:

- “Si esto es lo que manda mi Señor, esto es lo que tengo que hacer muy bien.

Y se esforzaba en olvidarse de su soñado jardín de adelfas, donde inútilmente divagaba horas y
horas, olvidando su realidad más inmediata, que eran cargas de fardos pesados; que alguna que
otra vez le hacían ganar elogios, de los trabajadores, otras veces, las más, nadie veía el esfuerzo,
pues su lomo estaba lastimado, de cargas mal colocadas. Y sus trabajos se le hacían
interminables, no había descanso posible. Podía dormirse, pero el trabajo seguía
esperándola...un día y otro y otro.....

Pero cada mañana, despertaba con ilusión, con la esperanza de descubrir, que quería su Señor.
Pero solo era una mula, que por voluntad de Dios, había caído en ese establo, la noche buena,
¡que digo buena, la mejor hasta entonces!
Por pura misericordia, pues el Señor podría haber elegido a cualquier animal más hermoso, más
digno, de ser testigo de lo que ningún ojo humano ha visto, pero era su amo así de generoso,
llamaba a todos a la alegría de saber que su Hijo había nacido para salvar al mundo.

La mula, siente un profundo agradecimiento hacía su Señor, por hacerla testigo, de este gran
acontecimiento. Y aunque se reconocía, necia y falta de virtud intentaba llenar sus minutos,
de encuentros y recuerdos con su amo. No sabía vivir sin Él, sin saberle cerca.

Convencida estaba que su vida, no valía nada, pero que le había costado Sangre Preciosa a su
dueño. Solo por agradecimiento ya merecía la pena serle fiel, a tan Soberano dueño...pero esta mula terca, no comprendía esto y anhelaba pagar con amor el gran detalle de su vida, insignificante, gris, oculta pero nunca olvidaba que los pajarillos del cielo, la vigilaban día y noche.
Su amito se los había regalado, para que no cayera en el pantano y le gorgoreaban cuando se acercaba a las arenas movedizas. ¡Que bueno era su Señor...!

La mula nunca era elegida para llevar a su esposa, y esto le daba mucha pena...
Pero en el fondo comprendía que no era digna... Y aunque nunca estaba despierta, cuando la
hermosa Señora, visitaba el establo, para ver a otro potrillo, ella se repetía cada día, al ver los
dones de los demás:

- “ha venido me ha visto, algún día, me cepillará ella, y entonces, seré, más hermosa...”

Tan linda era, la mama de su Señor, que la mula rogaba a los pajarillos:

- “Despertarme cuando venga al establo, picotear mi cabezota, o tirar de mis pequeñas orejas,
me muero de deseo por contemplarla, me han hablado maravillas de su rostro, y sé que cuando
la vea, todo en el establo cambiara, y seré, la mula madura y responsable que mi amo espera... Y
podré entonces cargar mis angarillas, con bellas almas, para llevarlas donde mi Señor”.

Las lagrimas asoman a los ojos de la vieja mula con este pensamiento... Tiene que esperar....
Sabe que verá algún día a su Señora, pero será el día, que le lleven con las patas por delante.
A la Señora, le gusta acicalar a las pobres bestias, antes de que vayan al juicio,

- “Dulce Señora, te serviré. No merezco tu mirada, porque soy fea, pero me enamora, tu
perfume. Te anhelo y te busco, como el recién nacido, busca el pecho de su madre, con los ojos
ciegos aun, mi señora, dulce madre, como quieras, cuando quieras, donde quieras...”

Los pajarillos, revolotean en torno a la mula, porque ésta ha llamado a la Dueña.

“¿Que dices, mula torpe?, la Señora está ocupada, en los animales puros, y tu no lo eres”.

- “Cierto, manchada nací, y sucia he seguido, pero si vosotros pajarillos seguís cuidándome como
hasta ahora, alcanzaré a lavarme en la Sangre de mi Señor. Tras esta gran tribulación, de mi
destierro...”

Los pajarillos se compadecieron de la pobre mula, y nunca más se enfadaron, con ella, por hablar
a la Señora, y de vez en cuando, la oían, con su trotecillo alegre dirigirse a la reina de todo lo
creado, soñando en que algún día pudiera oírla:

"Dulce madre, no me olvides,
Solo porque Tú eres buena.
Y Cúbreme con tu manto
Pues mirarte, no pudiera,
Sin morir por el pesar
De mis continuas quimeras.
De saber que por mi culpa,
Puedo perderme tu rostro.
No me sueltes de las riendas
Ciérrame con mil cerrojos.
Que no quiero conocer,
Más pastos que el de mi Amo.
Dulce madre, Dulce y fiel.
Mírame con tu ternura.
Pues yo no tengo virtud,
Que a Ti te pueda agradar.
Mírame por caridad...
Pues no hay otro motivo
Por el que me quieras mirar.
Dulce Paloma del cielo,
Fundadora del Corral,
Donde los patos y patas,
Burros y mulas, darán,
Alegrías a Tu Niño,
A tu Niño del Portal,
Y le cogerán en brazos,
Y bailando cantarán.
Gloria a Dios en las alturas
Y en la tierra, techo y pan
Para todos los humanos,
Hijos de tan buen Papá.

Y aquí termina la historia que yo os quería contar,
la mula no mira al Niño, porque vergüenza le da.
Pobre mula, del pesebre, que mirando hacia otro lado,
se perdió el divino parto, de Niño tan deseado.

¡Feliz navidad, a todos.!!